miércoles, julio 06, 2005
Hoy ha sido un día realmente extraño, porque todo lo que me ha pasado ha sido genial... Ah, no, perdón, que mi madre acaba de entrar en mi cuarto para joderme el día con una de sus broncas - sin - sentido - que - tanto - le - gustan.
Bueno, como no voy a dejar que me amargue, voy a volver a mi estupendo día. Pues bien, por fin terminé de hacer la putagenda de la revista, que me he cagado en todos los conciertos que se dan en septiembre (¿¿¿cómo puede tocar "El sueño de Morfeo" casi todos los días???). ¡¡Y encima he escrito mi primera noticia!! Bueno, la verdad es que tampoco ha sido la leche (unos 500 caracteres, vamos, alrededor de nueve líneas...), pero he escrito de ¡¡Harry Potter!!Bueno, realmente ha sido sobre el cameo que Jarvis Cocker hace en la peli... No la he firmado, pero por lo menos sé que es mía (y ahora vosotros también, así que ya podéis compraros la revista en septiembre ¡cabrones!)
Pero esto no ha sido todo. Poco después he recibido la maravillosa noticia de que mañana no voy a tener que ir al concierto del Canto del Loco (¡¡Bieeeeenn!!). Hombre, me alegro porque ellos me dan bastante asquito, pero también tengo que reconocer que me he puesto un poco triste porque no voy a poder hacer el reportaje de backstage... Pero lo mejor ha sido por la tarde, cuando estábamos viendo 40 TV y Rubén (al que Ana y yo llamamos "El Maligno" por su crónica malvada sobre el disco de Coldplay) de repente se ha puesto a chillarle a la tele "¡¡Hijos de putaaaa!! ¡¡Gilipollaaaaas!!". Y todo porque estaba El Canto del Loco, que no nos habían dejado hacer el reportaje. Lo más grande ha sido descubrir que yo no soy la única que tiene un pequeño Pumares dentro de sí.
Y para culminar el día, Rubén - Maligno - Pumares me ha regalado el gran disco del año: "Vuelvo", de YURENA.
El tiempo que no he estado currando me lo he pasado con Ana, que se ha automutilado el pelo, creando un flequillo imposible que le nace de la coronilla. Lo peor es que le ha entrado la denominada obsesión Héctor, consistente en aplastarse el pelo todo el día con la esperanza de que se peine por arte de magia o intervención divina.
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